Voy andando por una calle de Santander y ¡zas!: bocanada. Me paso a una calle transversal y cuando consigo dar unos pasos, ¡zas!: bocanada, y así, de bocanada en bocanada, pululo por las calles de esta ciudad. Este nauseabundo fenómeno lo aprecio además en plazas, en terrazas, mientras me tomo un buen latigazo… Cuando menos me lo espero, me viene la «fragancia».
Supongo que no seré el único al que le pasa, y que de un tiempo a esta parte muchos transeúntes que circulan por las calles de la ciudad se habrán dado cuenta de los fuertes y pestilentes ramalazos de aire putrefacto procedentes de las cloacas de la urbe.
Tratando de encontrar respuestas, me han dicho que el fenómeno podría deberse a los efectos de las mareas, a que con algunas mareas el mar no deja fluir adecuadamente las aguas negras hacia su desembocadura en el mar. Pero, si se supone que la Bahía ha sido “saneada” y que las tuberías conducen -o deberían conducir- toda la “fecalidad” hacia las depuradoras pertinentes, ¿cómo es que están las aguas del mar en contacto directo con esas aguas negras?
Lo cierto es que creo haber descubierto una importante variable: huele mal todo el año, pero me he percatado de que es durante el verano cuando se incrementan los hedores, y pienso que ello es debido a que es precisamente durante la etapa estival cuando la población de la ciudad se duplica y por consiguiente los retretes se ponen a funcionar a pleno rendimiento. Imagínense, con tanto pincho, tanta fiesta, tanta caseta y tanta leche frita…; los retretes están entonces mejor “alimentados” que nunca, y las canalizaciones incrementan su caudal hasta ir saturadas y bien rebosantes de “sustancia”.
En realidad no estamos más que ante otro episodio de esa «historia fecal» que nos ha ofrecido Santander en los últimos años y de los que en ocasiones hemos dado cuenta en este mismo blog. Recuerden, si no, ese famoso escape de excrementos fermentados, compresas, condones, tampones, restos de papel higiénico… con los que se obsequió hace tres años a los bañistas que disfrutaban las salutíferas aguas santanderinas de la Segunda Playa de El Sardinero, y que salió al mar de las entrañas de la tierra a su paso por El Chiqui.
Y hay otros.
Visito, tras mucho tiempo sin entrar en él, el parque de Mataleñas, tristísimamente abandonado a su suerte por el Ayuntamiento de Santander, y casi nada más llegar me llevo la primera en la frente: agujero sospechoso excavado en la zona junto al restaurante del golf e intenso olor. Sigo por la senda y descubro que han abierto junto a dicho centro de hostelería un “pozo”, pero no me atrevo a meter más el hocico. Entonces me pregunto: ¿adónde irá a parar todo “lo rico”? Los olores estaban llegando, seguro, hasta la misma terraza del restaurante.
Avanzo luego por los caminillos hacia el estanque de los patos. ¡Pobre estanque!: lo han dejado sin agua y casi sin patos (quedarían entonces unos 7 flotando ahí, sobre una miserable charca). y parece que está así desde hace hace varios años, desde la etapa del Gran Cacique, cuya labor ha continuado fielmente El Cacero.
Según dicen, el vaciamiento se efectuó para proceder a una “limpieza” del mismo. Al acercarme observo esa mítica cascadilla que vierte sus aguas al estanque, pero también me doy cuenta de que aquello no tiene buena pinta y de que sigue persistiendo cierto “tufillo” en el ambiente.
Es sabido que el riachuelillo de la cascada termina desembocando, junto a otro productos del estanque, en la pequeña playa de «Los Molinucos», junto al camino que rodea todo el cabo. Y es sabido igualmente que esa playucha es frecuentada por los turistas, que aprovechan los abundantes afloramientos rocosos que hay en ella para tumbarse a la bartola y tomar el sol.
(Lodos tóxicos vertidos por operarios contratados por el Ayuntamiento de Santander a la playa de Los Molinucos. Gracias a Otra Realidad, http://www.otrarealidad.net/noticias/2002/.)
Casi me echo a llorar, pero eso no fue todo. Al salir del parque se me acerca una señora preguntándome por el resultado del partido del Racing, que estaba jugando en esos momentos. No tengo ni idea y se lo digo, pero entonces la mujer, que debe encargarse de hacer extraoficialmente las labores de custodia del recinto, empieza a charlar conmigo y me cuenta que las fecales de las urbanizaciones de la zona e incluso del mismo restaurante del Golf por el que antes había pasado han terminado siendo canalizadas, voluntaria o involuntariamente (quiero pensar que lo segundo) hacia los riachuelos que circulan por el parque y que terminan, precisamente, en el estanque de los patos y, finalmente, en la playa.
(Los lodos tóxicos del estanque siguen su camino y desembocan en los mares de Cascarria. Gracias a Otra Realidad, http://www.otrarealidad.net/noticias/2002/.)
Me indica además que el origen de estas emisiones estaría en esas urbanizaciones construidas en el entorno del parque y que habían sido inauguradas hace unos 5 años sin disponer de un correcto sistema de tuberías, por lo que sus aguas residuales terminaban saliendo por Mataleñas.
(Los pobres patos caminan sobre los lodos tóxicos: al menos 30 de ellos murieron por envenenamiento. Gracias a Otra Realidad, http://www.otrarealidad.net/noticias/2002/.)
La pobre señora que me daba estos datos se quejaba amargamente de “lo marranos que son los vecinos, que lo tiran todo por la baza”, y de tener que recoger de las partes ajardinadas junto a uno de los accesos al parque no sólo montones de colillas, sino también jeringuillas (con sangre incluida) y hasta ¡bragas!. De hecho, comentaba que del mismo estanque había llegado a recoger compresas y “de todo”. Pero, por si fuera poco, cuando le pregunto si la gente que acude a la playa se está bañando en aguas fecales, su reacción consiste simplemente en encogerse de hombros.
El asunto de las fecales en Santander ya se está saliendo de madre.
Fíjense. Acudo otro día a visitar la exposición que sobre arte paleolítico ha organizado la Fundación Botín con piezas del British Museum. Está en pleno centro de Santander, y ¿qué me encuentro nada más entrar por la puerta? Pues de recibimiento me ofrecen un adecuado aire acondicionado puesto y, acompañando éste, un intenso olor a alcantarillado en el pasillo que conduce a la sala donde se exhiben las piezas.
Voy en otra ocasión a un conocidillo local de copas de la capital de la región. Entro y a nada de servirme un trago, el dueño, al que conozco y con el que ya tengo confianza, me suelta que cuando pone el aire acondicionado le sale también por el mismo conducto un horripilante olor a tuberías.
¿Qué coño está pasando?
Mi opinión es que Santander está “podrida” y que su grado de podredumbre tiene pinta de irse incrementando conforme pasa el tiempo. ¡Menudo recibimiento a los turistas que nos visitan! ¡Qué regalo para los propios santanderinos, a los que la Naturaleza, que es más sabia de lo que creemos, parece devolverles de alguna manera lo mismo que sale de sus culos!
Recuerden: ahora empiezan las fiestas de la ciudad: las tuberías van a ir a todo tren; ya me contarán lo que huelen por las calles…
Sin duda, y por desgracia, continuará…
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[Entrada patrocinada por «Santander Fecal S. L.», «Cascarria Infinita» y CACICÁN (Agrupación de Caciques de Cantabria).]
Única solución que veo ahora mismo posible: emigrar de Santander en verano hacia otras zonas menos masificadas de la Región. Aunque con una Cantabria llena de turistas en estos meses para encontrar un poco de tranquilidad vamos a tener que irnos a los Picos de Europa. Eso o seguir oliendo fecales, porque lo que es nuestros políticos, ya sabemos que no van a hacer nada.
Lo que más pena me da es el estanque de Mataleñas, al que yo acudía de niño a ver a los patos. ¿Qué culpa tienen esos pobres animales de la asquerosidad de los humanos que les rodean?
Un saludo.
Pues está todavía la situación como para que hagan huelga los servicios de limpieza municipales durante la Semana Grande.Lo digo porque rumores a ese respecto se oyeron.
Por cierto, dijo el alcalde el otro día en el pregón de las fiestas de Santander algo así como que había estos días que «salir a tomar las calles y exprimirlas y sacarles todo el jugo». Lógicamente, espero que no se estuviese refiriendo a lo de las alcantarillas.
Y sí, hijo, lo de los patos es que fue para llorar, igual que el estado de dejadez en que ha quedado el Parque de Mataleñas, donde no han debido de hacer obras de renovación y acondicionamiento desde 1980, por lo menos.
Un saludo.
Buenas noches. Qué lástima, echar a perder una ciudad como Santander por un mala canalización de las aguas fecales.
Un abrazo
Bueno, vea el lado positivo del asunto: así el alcalde podrá hacer otro «Anillo Cultural» como el que pretende montar con cuatro mierdas que tiene por ahí dispersas en la ciudad. Con el complejo de tuberías y alcantarillas podría crear el «Anillo Cultural-Fecal».
Buenos días
Tampoco es eso y unido al despropósito del Centro Cultural Botín que ha «echado a perder» uno de los pocos paseos marítimos que quedaban libres de edificios para contemplar el mar hace que me de lástima.
Aún así, esperemos que la cosas cambien porque me sigue gustando vivir por Cantabria en general y en Santander en particular.
Un abrazo
Botín es uno de los dueños de la ciudad, y -como tal- hace y deshace en Santander a su antojo.
En lo referente a las obras del centro que está construyendo, le daré de momento un voto de confianza, porque, después de todo, puede que las obras de reforma den una apariencia interesante a la zona portuaria de Santander. Espero no equivocarme.
Un besito.
P. D.: Otra cosa es ya el mamotreto de edicio que se está montando y que cuenta con el diseño de Renzo Piano, el «Abuelo…».