Acudí a ver la última entrega de Fast & furious, la 7, sin haber visto ninguna de las anteriores y sin saber, más allá de una ligera idea, lo que me iba a encontrar.
Y me he percatado, después de verla, de que, con vistas al divertimento, el argumento de una película poco importa muchas veces, porque éste puede quedar relegado a un segundo o tercer plano si ello queda suplido con una buena acción. De hecho, este Fast and Furious podría ser un buen ejemplo de ello: persecuciones trepidantes de coches, artes marciales, helicópteros, choques, disparos, ametralladoras, granadas, saltos imposibles y multitud de fantasmadas que dan lugar a una película ciertamente entretenida para todos aquéllos que son amantes de la acción.
En lo que se refiere al argumento, que, como acabo de decir, poco importa, señalaré únicamente que un grupo de amigos, entre ex militares de los cuerpos especiales, hackers y especialistas en tecnología, policías y otros que no sé muy bien a qué se dedicaban -pero todos ellos amantes de los coches de carreras- tiene que hacer frente a un miembro renegado de los cuerpos especiales del ejército de no sé dónde (¿estadounidense tal vez?) que se quiere vengar de ellos porque han dejado lisiado a su hermano en Londres.
A partir de aquí, para tratar de conseguir la colaboración del gobierno en su intento de acabar con su enemigo, los miembros del singular grupo deciden colaborar con los servicios secretos estadounidenses, que les encomiendan la misión de rescatar a una hacker y hacerse con un programa informático con el que se puede rastrear a cualquier persona en el mundo. Y en todo esto encontramos la citada sucesión de fantasmadas, tiros, golpes, lanzamientos, caídas, patadas, bombas y persecuciones de coches… que sirven, si no para hacer una película buena, al menos, sí entretenida.
Me queda por decir únicamente que al final se le hace un pequeño homenaje a uno de los protagonistas, el actor Paul Walker, muerto, precisamente en accidente de tráfico, durante el rodaje de esta séptima entrega.
Me ha dejado más que frío Felices 140, película española protagonizada por Maribel Verdú, en la que interpreta a una mujer que decide reunir a sus familiares y amigos en una estupenda casa cercana al mar para celebrar su 40 cumpleaños y decirles a todos, ya de paso, que le han tocado 140 millones de euros en el Euromillón.
Pero éstos, en vez de alegrarse por la premiada, dejan aflorar sus sentimientos de codicia y envidia, al tiempo que aparecen también los celos y los enfrentamientos entre los asistentes.
Entonces se produce, de pronto, un homicidio causado por el golpe con una botella de vino caro, y nos da la sensación de que la película puede ya terminar de arrancar en cualquier momento, bien en una comedia disparatada o, por el contrario, en una película de terror psicológico; pero por desgracia todo se queda en una nadería absoluta que al terminar te deja cara de tonto en la butaca.
Puede que se me escapase algún detalle final que podría suponer algún tipo de giro en el argumento, pero, desafortunadamente, me inclino a pensar que, en realidad, no se me escapó nada.
Decepcionante.
Me gustan los actores Liam Neeson y Ed Harris, y ambos han protagonizado recientemente una buena película de acción: Una noche para sobrevivir. Ed Harris interpreta en ella a un mafioso que ha intentado abandonar el tráfico de drogas al que se dedicaba, pero con el que su hijo no se muestra de acuerdo, por lo que el joven decide meterse por su cuenta en un turbio negocio de drogas junto con unos búlgaros. Y el negro asunto termina por involucrar al hijo de Liam Neeson, que interpreta aquí el papel de un ex sicario y amigo íntimo del jefe mafioso. “Neeson”, ante el color que están tomando los acontecimientos, no tiene más remedio que matar al hijo de “Ed Harris”. Y a partir de entonces, los que fueron amigos se convierten en enemigos, y Liam Neeson y su hijo han de huir escapando de todos: de sicarios enviados por su antiguo amigo y de la policía, que quiere atraparlos o, directamente, eliminarlos.
Hay que reconocer que en esta ocasión el papel que interpreta Liam Neeson tiene rasgos de antihéroe, eso sí, siempre y cuando nos olvidemos del pasado del personaje que interpreta: un asesino sin escrúpulos que, ahora, acosado por los fantasmas de ese pasado, busca de alguna manera (entre ellas, en el alcohol) la redención.
Buenos papeles, en definitiva, los Liam Neeson y Ed Harris, en una película de acción rápida y entretenida, y que, sin ser demasiado novedosa en su argumento, es recomendable.
Cómo sobrevivir a una despedida es una película española que está destinada, básicamente, a un público juvenil, y que al espectador puede resultarle relativamente entretenida, aunque muestre, sí, una calidad, en general, mediocre. En todo caso, a su carácter “resultón” ayudará, sin duda, saber de antemano “a lo que se va” si uno se decanta por ella.
En esta “nueva muestra de nuestro cine patrio”, cuatro amigas de la infancia, y un personaje del tipo “Sema” (el “exótico” amigo de Chabelita Pantoja) se encargan de “organizarle” una despedida de soltera a una de ellas, que, para cuando quiere darse cuenta, ya está volando disfrazada de “lobo fálico” desde Barcelona a las Islas Canarias. Pero allí, unos preparativos poco metódicos terminan convirtiendo todo en una aventura en la que no dejan de beber e irse de fiesta y en la que terminan perdiendo todo su dinero, conociendo nuevas parejas e ingiriendo alguna droga, Incluso una de ellas (Ruth, la novia de Cabano en Física o Química) se trajina indiscriminadamente, y casi sin darse cuenta, a varios maromos.
Con algún buen golpe de humor (al menos desde mi punto de vista, aunque he de señalar que a mí me gusta el humor de “baja estofa”), la película, ya lo dije al principio, no me aburrió, pero podría haber dado bastante más juego del que da, y en ciertos momentos no deja de ser una especie de versión a la española de Resacón en Las Vegas en versión femenina.
Sin duda, no dejará huella.
El maestro del agua es una película mediocre, que, eso sí, me volvió a traer a la mente una vieja reflexión: sólo los inconscientes son capaces de rendirle culto a la guerra. A ellos, a estos probelicistas, me gustaría a mí verlos en el campo de batalla en esos momentos en que “se bate el cobre”, cuando las balas silban y las bombas truenan, cuando el suelo está cubierto de trozos de cuerpos y los cadáveres siembran la tierra. Me gustaría verlos correr, despavoridos, cagados de miedo… Porque creo que muchos de estos amantes de la guerra gustan de ella desde la cómoda distancia de una oficina, de un cargo, agarrados a una jarra de cerveza o en una cómoda vida burguesa, porque a nadie mentalmente sano puede gustarle estar rodeado de muerte.
En El maestro del agua, dirigida y protagonizada por Russell Crowe, Connor es un padre de familia, radiestesista y granjero australiano que tras el suicidio de su mujer inicia la búsqueda de sus tres hijos supuestamente muertos en la batalla de Gallípoli de 1915 durante la Primera Guerra Mundial. De Estambul, donde conoce a la bella regente de un hotel, se traslada pronto al escenario de aquellos terribles acontecimientos bélicos y descubre que, efectivamente, dos de sus hijos murieron en la batalla, pero presiente que el tercero sigue vivo en algún lugar, Acompañado ahora de unos turcos y escapando de las tropas británicas allí establecidas y de los ataques de los griegos, Connor se traslada en busca del hijo, y consigue descubrir su paradero gracias a un revelador sueño. Después, ambos regresan a Estambul y Connor se queda con la mujer del hotel a la que conoció al principio. Y eso es todo.
Película lenta en su desarrollo, para mi gusto aprovecha poco los conflictos de la zona que podrían haber dado un poco más de acción al argumento. Bueno, les confesaré que me dormí algo viéndola, pero que, al ser muy lenta, cuando me despertaba, me daba cuenta de que no me había perdido nada importante. En cualquier caso, de dormirme en esta ocasión no quiero culpar a la película, sino, más bien, a que “me subieron los vapores”.
Si lo que quieren es una película de miedo con un toque español pueden ver Sweet Home. A mí ésta, sin ser una maravilla, me ha gustado, porque, aunque comienza presagiando bostezo, todo gana en intensidad a medida que avanza, hasta convertirse en una película con un buen toque de slasher.
La acción se desarrolla en una Barcelona más o menos actual en la que las inmobiliarias utilizan a sicarios para amedrentar o asesinar a aquellas personas, gente por lo general de edad avanzada, que se niegan abandonar los pisos que han ocupado durante años. Con este trasfondo se nos presenta a Alicia, una joven asesora de inmuebles para el ayuntamiento, que decide darle una sorpresa de cumpleaños a su novio Simon: pasar una noche de amor en un viejo inmueble de la ciudad del que, por su trabajo, ella posee las llaves. Pero la romántica sorpresa se convierte pronto en pesadilla cuando son descubiertos por los sicarios de una inmobiliaria. Y como estos asesinos encuentran más resistencia de la esperada para eliminar a la pareja tienen entonces que llamar a los refuerzos: un asesino especialista que pertenece a una empresa llamada “Spider S. L. Desinfecciones”. Éste infatigable ejecutor, hacha en mano, no descansará hasta acabar con ellos y con todo lo que se le ponga por delante, en el escenario de un viejo edificio barcelonés del que no pueden escapar y durante el transcurso de una sola noche en la que no para de llover.
Suite francesa aborda la llegada de las tropas de ocupación alemanas a un pequeño pueblo francés cercano a París en 1940, y también, en este contexto, cómo la llegada de los nazis hace aflorar todas las miserias y envidias que existían entre los vecinos del pueblo y también cómo la inicial hostilidad de una rígida suegra y su joven nuera hacia el oficial alemán que han de acoger en su casa se termina convirtiendo en amor mutuo entre la chica y el soldado.
Película muy cuidada desde el punto de vista estético, trata la historia siempre de manera elegante, pero, desde mi punto de vista, al centrarse demasiado en el romance, desaprovecha una buena ocasión para dar algo más de acción a un argumento cuyo desarrollo me resultó en ocasiones lento.
En definitiva, se puede ver; no está mal.
Poca novedad con respecto al original “ochentero” nos aporta el remake de Poltergeist: de nuevo, una familia -algo más numerosa que la de la película original- sufre otra vez los efectos de las entidades del Más Allá que se han apoderado de la casa a la que se han mudado -construida, como en la anterior, sobre un antiguo cementerio-, y que desean por todos los medios secuestrar a la hija menor del matrimonio para que les guíe hacia la Luz.
Tengo que reconocer que la última vez que vi la versión original, constaté que los efectos especiales de ésta han quedado a día de hoy ciertamente anticuados, y que la película, en ese sentido, no ha envejecido bien. Ahora, esta nueva “visión” del producto (así la venden) tiene la ventaja, pues, de mejorar todos esos efectos y de actualizarla, pero no trae consigo mayor novedad, salvo cambio en pequeños detalles: el árbol que asusta al niño es ahora un sauce llorón; la pequeña psíquica de la versión original desparece para dar paso a un televisivo cazafantasmas que parece ser un hermano de Joe Cocker…
Por todo ello, si quieren volver a ver Poltergeist (o más bien una copia de la misma) en pantalla grande, pueden acudir al cine; otra opción siempre será ver este nuevo Poltergeist en pantalla pequeña, alguna lluviosa tarde de sábado en Antena 3.
Con Mad Max: Furia en la carretera vuelve Max, pero no el actor que lo interpretó en sus anteriores entregas: Mel Gibson. Y este hecho -el del cambio de cara- debo reconocer que ya es algo que, de partida, me aleja bastante de esta nueva película, que se presenta como la cuarta de la saga.
Por otro lado, no sé muy bien cómo encajarla cronológicamente entre el resto de las entregas (¿antes o después de la segunda?; ¿después de la tercera?). Max parece conservar, de hecho, el coche con el que aparecía en la segunda (El guerrero de la carretera) y que en ésta quedó, si no recuerdo mal, totalmente destruido.
En esta nueva, el argumento -eso sí, con una estética y personajes relativamente similares a los de las “viejas”, aunque, lógicamente, con un aspecto más modernizado- es una persecución de ida y vuelta, con escaso diálogo, pero llena de una acción que no decae casi en ningún momento. Ahora, Max se une a un grupo de mujeres que trata de escapar de una llamada Ciudadela, una especie de ciudad entre las rocas gobernada por un cruel tirano que tiene sometido a su pueblo mediante el racionamiento del agua y el lavado de cabeza ideológico-religioso. Además, este tirano ha creado un harén privado de jóvenes “reproductoras” con las que pretende tener hijos sanos en un mundo post-apocalíptico y lleno de radicación.
Al verla no es posible evitar la comparación con la segunda entrega, El guerrero de la carretera, tanto en el argumento como en la figura del tirano, que recuerda, sin duda, a Humongous. Repiten igualmente los escenarios de la segunda entrega: desiertos infinitos en que distintas tribus post-apocalípticas luchan por sobrevivir, imponerse a otras y conseguir gasolina, unas tribus en las que suele ser visible el efecto sobre el cuerpo de las radiaciones nucleares que acompañaron a la hecatombe mundial que acabó con la civilización tal como la conocemos.
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