Quisiera mostrar a lo largo del artículo que aquí nos convoca ciertas claves para entender lo que fue el movimiento social y literario de la bohemia en España. Tal movimiento, que representa un siglo de nuestra historia, ha quedado relegado a un segundo plano, por no decir al silencio, en el estudio e interpretación de la literatura española decimonónica y de primera mitad del siglo veinte. Pocos han sido los trabajos de investigación relacionados con la bohemia, mas la afortunada recuperación en la actualidad de ciertos autores y temas implicados con dicho movimiento, ha avivado el interés que social y culturalmente debió mantener y disfrutar.
ORÍGENES DE LA BOHEMIA
Los orígenes del movimiento parecen estar en el escritor del siglo XVIII que comienza a cambiar sus hábitos de vida, separándose del poder y del dinero, arrastrado por una vida disoluta y desordenada, y dejando de ser por tanto el gentleman amigo de los poderosos, los cuales le abandonan a su suerte.
Siguiendo los estudios de José Esteban y Anthony N. Zahareas la bohemia surgió, como hoy la entendemos, como un movimiento social y político en el París del Segundo Imperio, centrándose en el Barrio Latino, imán que atrajo a literatos españoles e hispanoamericanos. El libro clave que refleja todo ese bullir artístico y romántico es el libro de Henry Murger Escenas de la vida bohemia, cuya repercusión fue de capital importancia para las siguientes oleadas de escritores que deseaban experimentar el aprendizaje de la vida artística que la obra de Murger mostraba. En el prólogo de su obra Murger insta al joven bohemio a armarse de paciencia y valor, mostrando indiferencia ante los que, desde una concepción puritana del arte, vituperan y calumnian al que se sabe elegido por las musas, si éste es capaz de evitar el abismo de la miseria y el abismo de la duda.
Pero no hay que olvidar que el libro de Murger, tras una lectura cuidadosa, aunque invitaba a un cierto individualismo y a asumir y recuperar la libertad, exaltando los valores subjetivos y protestando contra la burguesía imperante, huyendo de los convencionalismos, proponiendo, por tanto, una weltanshauung, una visión del mundo, también recuerda el lado sórdido, mísero, que sufrieron escritores como Baudelaire, Verlaine o Poe, recordando que la bohemia es una etapa en la vida artística de los jóvenes, pero no se debe convertir en el desenlace. Dice Murger: «La bohemia es el estado de la vida artística; es el prefacio de la Academia, del hospital o del depósito de cadáveres».
Para aquellos aspirantes a bohemios que veían París demasiado alejado de sus aspiraciones (o de sus posibilidades), Madrid resultó ser el mejor foco, el corazón, el núcleo de lo que iba a ser un nuevo movimiento social y literario, imago de la bohemia parisien, pero que pronto tendría, tanto positiva como negativamente, sus propias características, dejando en el Madrid, y por ende, en la España de la época, su propia impronta. No obstante, en palabras del guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, quien fuera famoso en su tiempo y figura del olvido ahora, la verdadera bohemia sólo puede existir en París, donde representa una gran libertad del alma artística dentro de la disciplina severa de la forma, siendo la bohemia madrileña una escuela pobretona de espíritu y rebosante de miserias artísticas (En plena bohemia, Libros del Pexe, 2ooo).
Como movimiento social y político, la bohemia mantuvo una estrecha relación con las ideas socialistas y anarquistas de la época, adquiriendo una conciencia social que llevó a muchos de sus miembros a la lucha por sus ideales en diferentes foros.
Una vez que ya hemos aclarado ciertos conceptos acerca de la bohemia, sus orígenes y primeras características, podemos analizar las consecuencias que produjo en nuestro país.
LA BOHEMIA EN ESPAÑA
Como ya hemos expuesto anteriormente el libro de Murger suponía una especie de revelación, de manual del buen escritor, y casi del revolucionario. La aceptación que tuvo entre los jóvenes, procuró una nueva manera de vivir el arte apasionadamente con el consiguiente riesgo de perder la vida en la búsqueda de la gloria, del ideal. Unos pocos, tan sólo, conseguirán realizar la obra de arte soñada. Los demás se hundirán para siempre en el silencio. Entre este primer grupo de bohemios que tuvieron conciencia de tal podemos citar a Pedro Marquina, Florencio Moro Godino, Pedro Escamilla o Pelayo del Castillo, entre otros. La primera novela española que desnuda el tema de la bohemia en el Madrid del siglo XIX es El frac azul escrita por Pérez Escrich en 1864. Esta novela de tintes autobiográficos ejemplifica la vida del jóven que emigra de su suelo natal para conquistar la gloria en el Madrid de los bohemios. Pero en la obra de Pérez Escrich el desenlace nos lleva a un final feliz, final que variará consustancialmente en la obra de posteriores escritores, como es el caso de Alejandro Sawa, cuya obra Declaraciones de un vencido, que data de 1887, dibuja la sociedad corrompida de su tiempo, un tiempo marcado por el pesimismo al que han llevado al país diferentes conflictos sociales e incluso ideológicos.
En la obra de Sawa, a pesar del grave momento que atravesaba la sociedad española, se vislumbra un atisbo de luz en la capacidad de la nueva literatura, en el nuevo arte como dador de una nueva conciencia, como impulsor de una nueva generación de hombres y mujeres más libres, más combativos. Lo que se denominará en el argot de la bohemia «gente nueva».
Esta «gente nueva» será el núcleo de una nueva generación de bohemios que germinará en los años ochenta del siglo XIX. Se denominan proletarios intelectuales, solidarizándose con la marginalidad, con los excluidos de una sociedad que ha mercantilizado la vida humana, y reivindicando a Baudelaire, Verlaine o Poe se convierten en auténticos malditos.
Un segundo grupo de artistas bohemios lo constituyen Alejandro Sawa, Manuel Paso, Silverio Lanza, Nakens, y un sinfín de escritores ya olvidados, a los que posteriormente se unirán Rafael Delorme, Pedro Barrantes y la figura cimera de Joaquín Dicenta. Todos estos escritores, no hay que olvidarlo, quedaron relegados a un segundo plano con la aparición de las grandes figuras del 98, y tan sólo algunos éxitos como el drama Juan José de Dicenta, obtuvieron la suficiente resonancia (Juan José resultó uno de los grandes dramas de la época y tuvo una gran repercusión en la juventud del 98). Iluminaciones en la sombra, obra póstuma de Alejandro Sawa, apodado el Príncipe de los Bohemios, obtuvo también su momento de gloria.
Un autor que puso toda su fuerza intelectual al servicio de la bohemia fue el eslavo afincado en Madrid Ernesto Bark. Uno de sus libros capitales en torno a la bohemia es La Santa Bohemia, donde se plantea uno de los problemas inherentes a la lírica del siglo veinte: la función del poeta. Bark afirmaba ya en las postrimerias del siglo diecinueve que «el poeta tiene una función social: le corresponde glorificar lo bello, pero también de servir a la justicia, que es su representación más sublime. La poesía es sólo grande cuando completa el ensueño por la idea y la idea por la acción» (La Santa Bohemia).
Para Bark, al bohemio le caracteriza el culto por el arte, la independencia, el ideal y la libertad, aunque estas características le suelen llevar ineludiblemente a la pobreza. Los bohemios representan el sentimiento y la inteligencia, la generosidad y la nobleza en contraposición al burgués depredador de instintos perversos.
La relación entre la bohemia y los movimientos socialistas quedó patente en la repetida protesta social reflejada en los diferentes diarios y revistas de la época, donde quedaba manifiesta la búsqueda de un nuevo hombre, un personaje que vivía fuera del orden establecido por la sociedad, alguien empeñado en singularizarse, uniendo una actitud aristocratizante con un cierto anarquismo. El escritor bohemio adopta esa condición de anarquista literario o maldito, demoliendo valores e ideas establecidas, provocando al burgués, experimentando la libertad en la marginalidad, buscando paraísos artificiales, el spleen (splin), esto es: el falso azul nocturno.
Ya en el siglo veinte en pleno auge del Modernismo, la bohemia simboliza un concepto aristocrático del arte, modernista, defendiendo la concepción del arte por el arte y reclamando libertad de acción y pensamiento, cuyas principales características serán un fuerte compromiso social, un romanticismo moderno y rebelde, mostrar la realidad tal cual es, sin embellecerla y un modernismo decadente.
Pero la aportación más sugerente de la bohemia fue la creación de un lenguaje propio, basado en la paradoja, utilizando la palabra como dinamita cerebral. Ese lenguaje propio, rico y sugerente será llevado a sus últimas consecuencias por Valle-Inclán, lenguaje que servirá como vehículo de frustraciones y de miserias (por ejemplo, en Luces de bohemia).
En la primera década del siglo XX despunta un grupo de bohemios. Los más señalados son Emilio Carrère, Pedro de Répide y Eliodoro Puche.
Sin solución de continuidad nos encontramos ya con la que parece ser la última generación de bohemios, entre los que destacamos a Pedro Luis de Gálvez, que murió fusilado; Armando Buscarini, que murió loco en un frenopático; y Alfonso Vidal y Planas, quien después de asesinar (por celos literarios) a Luis Antón de Olmet, colaborador suyo, acabó sus días en Méjico tras doctorarse en Filosofía en Estados Unidos. La historia de Pedro Luis de Gálvez y otros bohemios la ha narrado exitosamente en sus libros Las máscaras del héroe y Desgarrados y excéntricos Juan Manuel de Prada.
TOCADOS POR LA BOHEMIA
Muchos autores que hoy no calificaríamos de bohemios bebieron en las fuentes de dicho movimiento, se identificaron con él en una etapa de sus vidas o mantuvieron estrechos lazos de unión con los proletarios del arte. Excepto unas más que honrosas excepciones, expresaron sus desavenencias con la bohemia cuando sus nombres comenzaron a gozar de cierto prestigio artístico, como es el caso del impulsor del ultraísmo Rafael Cansinos-Asens (a quien se unirá el citado anteriormente Eliodoro Puche). Uno de los ejemplos en que mejor se manifiestan las diferencias con la bohemia son las siguientes declaraciones de Pío Baroja: «Podrá uno haber vivido una vida más o menos desarreglada, en una época, pero yo no he sido jamás el espíritu de la bohemia». El propio Baroja advierte que el bohemio es un tipo vanidoso que goza de su desgracia, que manifiesta un amor a lo lúgubre, al sentirse abandonado o incomprendido por la estulticia de los demás.
Sin embargo, algunos autores, como Valle-Inclán, fueron grandes defensores del verdadero bohemio, como es el caso del amigo de Valle, Alejandro Sawa (el Príncipe de los Bohemios), quien murió abandonado, pobre y ciego. También Manuel Machado defendió la figura de Alejandro Sawa en varios escritos, pero sobre todo en el soberbio poema A Alejandro Sawa, epitafio:
JAMÁS HOMBRE más nacido
para el placer, fue al dolor
más derecho.
Jamás ninguno ha caído
con fama de vencedor
más deshecho.
Y es que él se daba a perder
como muchos a ganar.
Y su vida,
por la falta de querer
y sobra de regalar,
fue perdida.
Es el morir y olvidar
mejor que amar y vivir.
Y más mérito el dejar
que el conseguir.
No cabe duda alguna que Manuel Machado vivió la bohemia, y vivió la bohemia de los españoles en París, donde conoció a Oscar Wilde y André Gide, entre otros. A su vuelta a España tomó contacto con los bohemios y modernistas del Madrid de la época experimentando los triunfos, fracasos, trucos, las golferías, la independencia y el amor al arte y a esa vida nueva que ya describimos anteriormente. Su propia obra cayó en el olvido y las nuevas generaciones no han revalorizado aún sus versos como se merecen (como indica Enric Pou en su libro Pintura en el aire, Pre-textos, 2001).
Un autor de gran renombre en la España de los años veinte, y ahora injustamente olvidado, fue Emilio Carrère. Carrère fue un verdadero bohemio que supo enfrentarse a la realidad de su tiempo, denunciando la mediocridad en la que la sociedad española se encontraba sumergida y buscó, en cuerpo y alma, el arte, la creación artística. Carrère definió la bohemia como: «una forma espiritual de aristocracia, de protesta contra la ramplonería instituida. Es un anhelo ideal de un arte más alto, de una vida mejor», diferenciando tres tipos de bohemio: el pintoresco, el tabernario y el lúgubre.
Otro autor tocado por la bohemia fue el gran Rubén Darío. Darío era un poeta que amaba tanto al arte puro e incontaminado como a la vida llena de excesos. El gran poeta detesta la incapacidad del vulgo, espiritualmente pobre, para comprender su obra. El pensar utilitario y materialista de una sociedad pacata , inculta y aburguesada, mueven al aislamiento del artista, a su incomprensión. Por eso el artista, desdeñado y humillado, se aisla en su torre de marfil. Pero Rubén se aleja de los postulados de la bohemia; para él la bohemia legendaria terminó, y sólo queda el bohemio loco, infame y canalla. Su última aportación a la bohemia fue el hermoso prólogo que escribió a la obra póstuma de su amigo Alejandro Sawa Iluminaciones en la sombra, donde recuerda la amistad de Sawa con Verlaine, el beso de Víctor Hugo a Sawa, sus correrías y su forma de vivir la literatura y el arte.
TEMAS DE LA BOHEMIA
En este último apartado vamos a perfilar someramente los temas más tratados en las obras de los escritores de la bohemia.
La bohemia posee un aroma cultural específico, una forma de vida propia que no era ni aristocrática, ni burguesa ni tampoco de la clase obrera, sino sencillamente distinta.
Los bohemios son seres noctívagos: la noche y las sombras envuelven la mayor parte de la vida bohemia. Son «sombras en las sombras» como decía Valle-Inclán.
La literatura bohemia es una literatura urbana, pero no de provincias, sino en la capital. El recorrido del bohemio va del café a la librería, de ahí a la taberna, al prostíbulo, a la cárcel, al hospital y al cementerio, siendo este último también un lugar de encuentro o de paseo.
Los artistas bohemios, sobre todo los del siglo XX, intentan buscar lo sublime en las capas más bajas de la sociedad, abriendo la tendencia de la poesía social y el compromiso, siempre desde una actitud ética y estética.
Se observa en los bohemios cierta obsesión de atracción y rechazo hacia la sexualidad de la mujer. En el momento histórico en el que la mujer empezaba a ganar terreno en su lucha de emancipación, los artistas de la época recurren , en sus representaciones de la mujer, a la figura de la mujer fatal, a la feminidad devorante. Pero también representan en sus obras a «la mujer prostituta y a la honrada trabajadora».
El vino es otro de los temas, además de fuente de inspiración, de los bohemios. El vino representa la sangre, la juventud, la vida eterna, la embriaguez sagrada que permite al hombre participar fugazmente del modo de ser atribuido a los dioses. Muchos de los bohemios mueren apurando la última copa, mirándose en Baudelaire, Poe o Verlaine.
Dos colores están representados en los poemas y en la conciencia de los bohemios. El rojo, color de los sentidos vivos y ardientes, de la pasión, del deseo, de la herida y la muerte; el azul, el color del ideal, del spleen (esplin) nunca alcanzado.
Otro tema interesante plasmado en la obra de los bohemios es la figura de Cristo, como un bohemio más, que toma partido por los desheredados, y que de alguna manera es precursor del Cristo de «la Teología de la Liberación» (citando a Víctor Fuentes).
Para terminar este apartado quisiera señalar la importancia de la Guerra Civil y el exilio en los poemas de los autores de la última generación de bohemios, que escribieron sus obras sobre el bando republicano y la causa popular.
EN RESUMEN
La bohemia supuso un romanticismo moderno y rebelde. El artista era un hombre comprometido socialmente, compasivo con los pobres y desvalidos. Su vivencia estética le llevaba a un agudo dolor de vivir y en su obra la realidad quedaba plasmada sin ningún adorno que la embelleciese líricamente. El concepto de bohemia sufrió una evolución paralela a los cambios del país. El artista convencido de su misión artística intentó también reformar la sociedad en la lucha por los derechos del hombre y la dignidad humana. Pero la picaresca y la «golfemia», el «sablazo» y el chantaje, dieron una mala imagen del verdadero bohemio, que fue pasto de la sátira, de la mofa y del olvido.
BIBLIOGRAFÍA
– José Esteban y Anthony N. Zahareas : Los proletarios del arte (Celeste Ediciones, 1998).
– Ernesto Bark : La Santa Bohemia (Celeste Ediciones,1999).
– Allen W. Phillips: Entorno a la bohemia madrileña (Celeste Ediciones, 1999).
– Victor Fuentes: Poesía bohemia española (Celeste Ediciones, 1999).
– Ramón María del Valle-Inclán: Luces de bohemia (Colección Austral, 1999).
– Enrique Gómez Carrillo: En plena bohemia. (Libros del Pexe, 2000).
– Remigio Vega Armentero (Edición de Pura Fernández): ¿Loco o delincuente? (Celeste Ediciones, 2001).
– Henry Murger: Escenas de la vida bohemia (Editorial Montesinos, 2001).
– Enric Bou (acerca de la figura de Manuel Machado, p. 117): Pintura en el aire (Pre-textos, 2001).
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Por Imanol Gómez Martín (Bucólicor).
[Este texto está publicado en el libro Lenguajes y comunicación, editado por el Gobierno de Cantabria (España) en el año 2001 y aparece en el blog del mismo autor, El reino de Bucólicor (http://bucolicor.blogspot.es/1207778520/), que es de donde ha sido tomado. Las imágenes incorporadas en esta entrada y algunos ligeros ajustes estilísticos para la edición en este blog se deben, afortunados o no, a Bogomilo.]
Interesante este texto que nos presenta bogomilo. Espero que nuestros rinconetes se animen a leerle, ya que a pesar de ser un poco largo, a mi me ha gustado.
Un saludo.
Un tema este de la bohemia al que yo mismo le dediqué algún tiempo en el pasado -académicamente hablando, claro-. Espero que Imanol nos regale pronto en este blog una entrada sobre otro curioso personaje de la vida literaria española: Leopoldo María Panero. En ello estamos.
Agradezco al autor del blog que haya revivido mi trabajo sobre la bohemia, a la que tanto tiempo dediqué académica y exixtencialmente hablando. En cuanto a L.M.Panero el tema está en proceso. Un abriiizzzo, suyo afectísimo: yo.
Ha sido un placer poder mostrar aquí parte de su sapiencia y de su trabajo. Lo que lamento profundamente es no poder contar con más colaboraciones suyas en este blog. En cualquier caso, y sean las que sean, siempre serán recibidas con entusiasmo y agradecimiento.
Bis Morgen!